Época Romana
LA CONQUISTA ROMANA
La presencia de Roma en la
Península Ibérica vino determinada por el desarrollo de su lucha con
Cartago por la hegemonía del mar Mediterráneo. Tras la victoria
decisiva del procónsul romano Escipión en Ilipa (Alcalá del Río), en el
año 206 a.C., sobre el ejército cartaginés, los romanos avanzaron hasta
el extremo Sur de la península y tomaron Gades (Cádiz). De este modo,
los cartaginenses huyeron hacia las Baleares, donde intentaron que se
levantaran los ligures y galos contra los romanos. Con este hecho,
terminó el dominio cartaginés en los territorios de la actual España.
La
conquista de Hispania por parte de Roma, comenzó en el año 218 a.C. con
la batalla de Cissa y la toma de Tarraco (Tarragona) por las tropas de
Cneo Escipión, que vino a la Península Ibérica para cortar los
suministros de hombres y dinero que necesitaban los cartaginenses
comandados por Aníbal en su ataque a Italia. Pero tras expulsar a los
cartaginenses del territorio hispano, Roma incumplió el compromiso de
evacuar la zona y la transformó en provincia suya en el año 206 a.C.
Como consecuencia de ello, las tribus antes aliadas de Roma se
rebelaron en varias ocasiones, pero fueron derrotadas por Escipión, que
impuso duras condiciones de paz.
LA CONSOLIDACIÓN ROMANA
En
el año 197 a.C. se dividió la Península Ibérica en dos provincias: la
Citerior y la Ulterior, al frente de las cuales se colocaron dos
procónsules.
Entre los años 197 y 179 a.C. se sucedieron una
serie de sublevaciones de diversos pueblos ibéricos. Ello dio lugar a
que el Senado romano enviara grandes efectivos militares para sofocar
las rebeliones, quedando pacificada la provincia Citerior en el 194
a.C. con la toma de Jaca. Por su parte, en la provincia Ulterior, tras
ser derrotados los pueblos ibéricos en el año 178 a.C, se repartieron
tierras para fijar a los hispanos nómadas, extendiéndose así el área de
dominio romano efectivo sin suscitar gran resistencia y consiguiéndose,
además, un período de paz relativa con el pacto de Numancia.
Después
de las guerras de Lusitania (155-136 a.C.) y de Celtiberia (153-133
a.C.), se reafirmó el poder de Roma en Hispania. No obstante, en el año
83 a.C. se inició el período de las guerras civiles que finalizaron en
el 45 a.C. Además, en estas fechas se produjeron las guerras con
cántabros, astures y vascones, que tuvieron su periodo más violento
entre los años 25 y 19 a.C., con los ataques de Augusto. LAS CIUDADES
La organización política de las ciudades dependía de si eran indígenas o romanas.
Ciudades Indígenas
Las ciudades indígenas podían ser, a su vez, de dos tipos: estipendiarias y libres.
Las ciudades indígenas estipendiarias
pagaban un canon en especie o tributo, mantenían Derecho propio y
acuñaban moneda. Sus habitantes, libres, poseían en propiedad la
tierra. Este tipo de ciudades eran generalmente las que después de una
resistencia habían sido vencidas por Roma.
Por su parte, las ciudades indígenas libres
también tenían diferentes tratamientos: Las ciudades libres federadas,
que fueron escasas, poseían gran autonomía y mantenían su organización
y administración. Los habitantes estaban exentos de servir en el
ejército, pero debían prestar auxilio a la metrópoli en caso de
conflicto bélico. Las ciudades libres no federadas gozaban de la misma
situación, pero no por pacto expreso, sino por concesión. Finalmente,
estaban las ciudades inmunes, que se encontraban exentas de tributos.
Ciudades Romanas
Las
ciudades romanas fueron fundadas para acoger a los ciudadanos romanos
que acudían a la península. Estas ciudades tenían un régimen
político-administrativo semejante a las ciudades propiamente latinas.
En ocasiones, los campamentos militares se convertían en ciudades (tal
fue el caso de León, Astorga y Pamplona).
La concesión de la ciudadanía romana
Posteriormente,
en el año 212, se concedió la ciudadanía romana a todo el Imperio y,
por tanto, también a Hispania, aunque se siguiera usando el derecho
indígena en las áreas rurales. La administración política, después de
varias modificaciones, quedó definitivamente resuelta en el año 293
gracias a Diocleciano, que dividió todo el Imperio en prefecturas,
diócesis y provincias. La diócesis de España formaba parte de la
prefectura de las Galias, y comprendía las provincias de la Bética,
Lusitania, Galicia, Tarraconense, Cartaginense, Mauritania tingitana y
Baleárica.
AGRICULTURA
Dentro de la
producción agrícola destacaban los cultivos de trigo, vid y olivo.
También era importante la producción de lino, esparto y algodón. Se
introdujo el barbecho de dos o tres hojas y los abonos, generalizándose
el uso del arado.
MINERÍA
En lo
referente a la minería, cabe señalar la extracción de plomo en
Cartagena, cobre en Río Tinto (provincia de Huelva), mercurio en
Almadén, oro en la Bética y Asturias, e hierro en el Moncayo, Cantabria
y Toledo. Realizando los trabajos mineros se encontraban los esclavos.
GRANDES OBRAS
En
otro orden de cosas, cabe mencionar la construcción de importantes vías
de comunicación terrestres y de obras públicas como acueductos, termas
y edificios administrativos, religiosos y recreativos. Un ejemplo
particularmente interesante lo encontramos en el Pulmón Verde de
Huelva: el acueducto romano subterráneo de los Cabezos del Conquero.
También
fueron grandes las obras, culturales, de tres cordobeses: los Séneca
-padre e hijo- y Lucano, los cuales dejaron una importante obra
literaria y filosófica.