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Los elementos de esta sección (publicados por la Fundación Utopía Verde entre los años 1998 y 2013) están pendientes de revisión actualizadora: más información.

Siglo XIX

De 1801 a 1900: la lucha entre Absolutismo y Liberalismo.

Como ya hemos visto en la Introducción a la Historia Contemporánea, el siglo XVIII se vio inmerso en la propagación de las ideas de la Ilustración. Esto suscitó que muchos las defendieran y otros muchos las rechazaran por distintos motivos. El triunfo de la Revolución Francesa supuso que media Europa soñara con realizarla en su país y la otra mitad temblara de miedo por las consecuencias que eso supondría para sus intereses (nos referimos a la nobleza y al clero).

En España pasó lo mismo: por un lado estaban los ilustrados y, por otro, los partidarios de la tradición.

En los primeros años del siglo XIX el debate continuaba, al tiempo que se contemplaban los acontecimientos que ocurrían más allá de los Pirineos.

Pero en 1808 se produjo la ocupación francesa de la Península Ibérica, y este hecho alteró la vida de españoles y portugueses. Napoleón hizo reunir a la familia real española en Bayona. Después de esta reunión se estableció que los reyes españoles renunciaban a la corona en favor de José Bonaparte y, además, se redactó el Estatuto de Bayona: una carta otorgada de inspiración liberal que dio Napoleón al pueblo español.

La respuesta de la población se materializó en un levantamiento contra las tropas francesas para restaurar a Fernando VII. Se organizaron Juntas locales que estaban coordinadas por la Junta Suprema. De este modo, se desarrolló la Guerra de la Independencia, que enfrentó al grueso de la población española, apoyada por los ingleses, contra los ejércitos napoleónicos, que también contaron con el apoyo de algunos españoles.

La mayoría de los españoles quería la retirada de los militares franceses y la vuelta de Fernando VII al trono de España, pero había diferencias en cuanto a la forma de gobierno que debía desarrollar el monarca hispano. Las bases populares, la alta nobleza y el clero, querían una vuelta al absolutismo, mientras que una minoría de intelectuales (mayoritariamente burgueses, aunque también había algunos nobles), deseaba que Fernando VII reinara dentro de los límites de una constitución liberal.

Este último grupo se retiró hasta Cádiz por el avance de los efectivos napoleónicos hacia el Sur. Y en esa ciudad andaluza, redactaron la Constitución de 1812, de corte liberal: soberanía nacional, división de poderes y derechos del ciudadano.

En 1814, terminó la guerra y Fernando VII recuperó el trono de España. En un sentido muy general, el conflicto bélico fue un desastre no sólo por el número de muertos, un millón de una población de doce millones, sino por la paralización del proceso de modernización económica y desarrollo industrial que se pretendía llevar a cabo desde los años de la Ilustración.

Después de la entrada del monarca en territorio español, estuvo tanteando la posición de la población en torno a las simpatías o rechazos hacia el liberalismo. A su llegada a Valencia, una serie de personajes que pertenecían a los estamentos privilegiados promulgaron el Manifiesto de los Persas, en el que incitaban al rey a restaurar el absolutismo.

Una vez que Fernando VII comprobó que tenía amplios apoyos para restaurar el absolutismo, disolvió la Junta Suprema y la Constitución de 1812, y gobernó de forma absolutista hasta 1820, año en que fue obligado a jurar la Constitución. No obstante, la mayoría del pueblo español estaban en contra de las ideas liberales porque las veían afines a las de los derrotados franceses y porque pensaban que eran contrarias a la tradición española.

De todas formas la Constitución de 1812 marcó un hito importante y hasta los mismos tradicionalistas le pidieron al rey que a partir de ese momento instaurase una monarquía moderada en la que las leyes estén por encima de los reyes; así como la creación de unas Cortes que estudiara las medidas a tomar en el país.

Otro hecho importante es el proceso de emancipación empredido en América durante la ocupación francesa de la Península Ibérica y que culminará en los años 20 con la independencia de los territorios españoles (con excepción de Cuba y Puerto Rico) y portugueses.

Entre 1814 y 1820 se producen una serie de pronunciamientos militares con el objetivo de instaurar un régimen de carácter liberal que fracasaron porque los soldados se negaron a seguir las órdenes de sus superiores: el de Mina (1814); el de Díaz Porlier (1815); la conspiración del Triángulo (1816); el de Lacy (1816); la conspiración de Vidal (1818).

De 1820 a 1823 se produjo el Trienio Liberal, periodo iniciado con el Pronunciamiento de Riego en Las Cabezas de San Juan. En esos años, los partidarios del liberalismo intentaron una vuelta al programa jurídico de la Constitución de Cádiz. El triunfo de esta sublevación fue fruto del mal gobierno y del déficit económico porque hizo que los españoles quisieran salir del clima de malestar general.

Desde el principio, se originó una división en el seno de los liberales, pudiéndose distinguir entre moderados y exaltados. Los moderados, hijos de la Ilustración, eran más selectos, elitistas, aristocráticos y relacionados con la Constitución de 1812. Los exaltados, tenían componentes románticos y querían contar en todo momento con el apoyo de las clases populares y de las masas urbanas; en su mayoría eran militares y civiles que participaron de manera más o menos activa en la vuelta del régimen constitucional en 1820.

Por su parte, Fernando VII nunca dejó de conspirar contra los liberales. También desde el clero, parte de la nobleza, del ejército y del campesinado se estaba incómodo en esta situación. Las partidas absolutistas o realistas recurrieron a las acciones guerrilleras para luchar contra el gobierno liberal. No obstante, en 1823 el monarca pidió ayuda a Francia y se produjo la intervención de los "Cien Mil Hijos de San Luis" para restablecer el orden absolutista.

De este modo, de 1823 a 1833 tenemos la década absolutista donde el rey gobierna ciertamente como en el Antiguo Régimen. Así, los liberales más comprometidos con el Trienio liberal tuvieron que elegir el exilio en Europa ante la represión absolutista.

En 1833 falleció el monarca y se establecieron las Regencias de María Cristina (1833-1840) y de Espartero (1841-1843), hasta que Isabel, heredera al trono, llegó a la mayoría de edad. En 1834, la Regente María Cristina promulgó el Estatuto Real, una carta otorgada que supuso el nuevo punto de partida del constitucionalismo español.En estos diez años de regencias, España asistió a la progresiva instalación de las bases del liberalismo. Se crearan las divisiones provinciales, los gobernadores civiles, las delegaciones administrativas y las diputaciones provinciales. Al mismo tiempo, se puso de manifiesto la respuesta de los sectores absolutistas, que desembocó en la Primera Guerra Carlista (1832-1839). Otro hecho de importancia fue la desamortización de los bienes de la Iglesia promovida por Álvarez Mendizábal, con ello pretendió que la propiedad pasara a manos vivas e individuales que estuvieran ligadas al régimen.

De 1844 a 1854 se desarrolló la Década Moderada. Isabel II comenzó a reinar con 13 años, apoyándose en el partido moderado para llevar adelante su labor gobernante y, al mismo tiempo, marginando al partido progresista. En esta etapa de orden y paz se continuó con el proceso de construcción del Estado liberal. Durante este tiempo los gobiernos más importantes fueron los dos de Narváez y el de Bravo Murillo por ser los que más duraron y los que reorganizaron política y administrativamente al país: sustitución de las demarcaciones tradicionales de reino o región por la provincia con un gobernador civil al frente de la provincia y del alcalde en los municipios.

En 1845 se redactó la nueva Constitución, que ampliaba las prerrogativas reales.

De 1847 a 1860, tuvo lugar la Segunda Guerra Carlista. Las consecuencias de las dos guerras carlistas fueron de trescientos mil muertos y el gasto de enormes sumas de dinero. Además, no sirvieron para resolver las disputas entre absolutistas y liberales. Por el contrario, sí sirvió para que la política pasara a ser dominada por caudillos militares, llamados espadones.

En 1854 tuvo lugar la "Vicalvarada", por la cual se sublevaron los generales Dulce y O'Donnell. Como consecuencia de este hecho comenzó el Bienio Progresista, que duró hasta 1856. Isabel II se vio obligada a llamar a Espartero para que formara un gabinete en el que participara O'Donnell. En estos años se llevó a cabo la expulsión de los jesuitas. Con motivo de una serie de motines populares, O'Donnell desarrolló una política represiva, a la que se opuso Espartero, que llegó a presentar su dimisión. En este período se llevó a cabo la Ley de Dasamortización de Madoz de los bienes propios, de instrucción pública y beneficiencia.

A continuación y desde 1856 hasta 1868, tuvo lugar el segundo período moderado. O'Donnell asumió el poder, disolvió las Cortes y restableció la Constitución de 1845. Aquí hay tres etapas: la primera, el bienio moderado (1856-1858); la segunda, la del gobierno de la Unión Liberal (1858-1863) donde se impulsó el desarrollo económico de España; y la última, de 1863 a 1868 donde se caminó en medio de una crisis de gobierno permanente hacia la revolución de 1868.

En septiembre de 1868 se produjo el pronunciamiento de Prim y Topete en Cádiz. Entre las causas de esta sublevación: la crisis financiera de 1866, las malas cosechas de 1867 y 1868, y el agotamiento del sistema político moderado. Después de la batalla del Puente de Alcolea, donde vencieron los sublevados, la reina huyó a Francia y se constituyó un gobierno provisional presidido por Serrano, que se regió por un liberalismo democrático. Se inició así el Sexenio Revolucionario (que duraría hasta 1874). A continuación, se convocaron Cortes Constituyentes, las cuales promulgaron la Constitución de junio de 1869, de corte liberal que recogía el sufragio universal y directo para los varones mayores de 25 años. Se reafirmó el principio monárquico y se buscó un nuevo soberano. Mientras eso ocurría, Serrano asumió la regencia. En noviembre de 1870 las Cortes eligieron rey a Amadeo I de Saboya, candidato de Prim, pero al morir éste último el nuevo rey comenzó a verse atacado y desprestigiado por los partidarios de la restauración borbónica y de la opción republicana. Mientras tanto, se inició la Tercera Guerra Carlista, que precipitó la abdicación de Amadeo I en 1873.

Reunidos el Congreso y el Senado en sesión permanente, proclamaron en febrero de 1873 la I República, de carácter federal y socialista, presidida por Estanislao Figueras. Entre sus máximas estaban el reparto de tierras a colonos y arrendatarios. Las inserrucciones del carlismo y del cantonalismo producirán gran inestabilidad en el gobierno republicano que le llevará a su caída.

Al año, en 1874, el general Martínez Campos se sublevó en Sagunto, proclamando la restauración de la monarquía en la persona de Alfonso XII (1874-1885), primogénito de Isabel II. Así comenzó el período conocido como Restauración, que supuso la vuelta al poder de la burguesía agraria que dirigió el país en la época moderada. Cánovas del Castillo fue designado jefe del Gobierno hasta 1881, salvo breves interrupciones. Como hechos más relevantes podemos destacar la Constitución de 1876, de carácter moderada; el fin de la tercera guerra carlista en febrero de 1876; la labor centralizadora jurídico-administrativa y el convenio de Zanjón que puso fin a la guerra en Cuba.

De 1885 a 1902 se estableció la Regencia de María Cristina de Habsburgo-Lorena, con motivo de la minoría de edad de Alfonso XIII. Se acordó el turno de partidos en el Pacto del Pardo entre Cánovas y Sagasta. El centralismo del liberalismo epañol fue respondido por los movimientos nacionalistas y regionalistas de Cataluña, País Vasco, Galicia y Valencia. En el orden social, se hace patente el nacimiento obrero con tintes socialistas por un lado y anarquistas por otro. En 1895 empezó el doble levantamiento independentista de Cuba y Filipinas, que concluiría con ambas separaciones respecto de España establecidas en el Tratado de París. Y en 1897 se produjo el asesinato de Cánovas del Castillo. En cuanto a los militares se consiguió alejarlos de la intervención política concediéndoles la autonomía en su esfera de actividad, lo que se llama el "fuero" militar. Mientras tanto la Iglesia conoció una recuperación extraordinaria: expansión de las órdenes religiosas, recuperación de las vocaciones religiosas, y la apertura hacia el mundo de los trabajadores (Rerum novarum).