Periodo Musulmán
LA CONQUISTA MUSULMANA
La presencia islámica en
la Península Ibérica se inició a raíz de la llamada de los partidarios
de Akila para que les apoyaran en su lucha contra el rey Rodrigo. De
este modo, en el 711 desembarcaron en Gibraltar alrededor de siete mil
bereberes al mando de Tarik, enviado del gobernador Muza. Con este
ejército, los musulmanes derrotaron al monarca Rodrigo en la batalla
del Guadalete, iniciándose la conquista del territorio peninsular al
romper su compromiso con los visigodos partidarios de Akila -que
pretendía el trono- y poniendo fin al reino visigodo.
Hacia el
año 716, una vez conquistada la mayor parte de su territorio, la
Península Ibérica se integró en el Imperio Árabe con el nombre de
Al-Andalus y la forma de emirato dependiente del califato de Damasco.
Sólo quedaron fuera de su dominio pequeños núcleos cristianos en
Asturias y los Pirineos. Poco después, a partir del año 722, comenzó la
resistencia astur tras el éxito en la batalla de Covadonga. Del mismo
modo, los francos derrotaron al ejército musulmán en la batalla de
Tours-Poitiers en el año 732, frenando la expansión islámica por Europa.
EL EMIRATO INDEPENDIENTE DE CÓRDOBA
En
el año 756, Abderrahmán I rompió la dependencia de los emires de
Al-Andalus respecto del califato de Damasco y fundó un nuevo estado: el
Emirato Independiente de Córdoba. Abderrahmán I fue el único
superviviente de la dinastía Omeya, que fue asesinada y sustituida por
la familia abásida como cabeza del citado califato. De este modo,
Abderrahmán I marchó a Al-Andalus y tras encabezar una rebelión creó un
emirato independiente.
Durante su reinado y el de sus sucesores
se tuvo que hacer frente a diferentes motines originados por la
compleja estructura de la sociedad de Al-Andalus. La sociedad estaba
integrada por los muladíes (cristianos convertidos al Islám), los
mozárabes (cristianos que conservaron sus creencias), los bereberes
(musulmanes procedentes del Norte de África), los judíos y los árabes
(que eran originarios de la península arábiga y tenían el poder
político y económico). No obstante ello y salvo periodos breves y
concretos, la convivencia pacífica y la tolerancia religiosa
constituyeron la norma.
De esta época, podemos destacar los
siguientes reinados: el de Alhakam I (796-822), que perfeccionó el
ejército; y el de Abderrahmán II (822-852), que reorganizó Al-Andalus
mediante modelos orientales de centralización administrativa. Estas
décadas se caracterizaron por una economía próspera que se reflejó en
el esplendor cultural y en la construcción de grandes obras públicas,
como la ampliación de la mezquita de Córdoba.
Del 852 al 912
tuvo lugar un período de inestabilidad política, debido a rivalidades
entre facciones distintas dentro del Emirato. Esto fue aprovechado por
los asturleoneses para comenzar la expansión de su reino.
EL CALIFATO INDEPENDIENTE DE CÓRDOBA
En
el año 912, Abderrahmán III reunificó Al-Andalus y frenó el avance
asturleonés. Su dominio se extendió a los reinos cristianos de Navarra,
León, Castilla y Barcelona, que le rindieron vasallaje. En el 929 se
proclamó califa y jefe de los creyentes, naciendo así el Califato
Independiente de Córdoba. Durante su gobierno, Al-Andalus conoció su
cénit político, económico y cultural.
Almanzor (978-1002), fue
el hachib -primer ministro- de Hixem II y se alzó contra éste
haciéndose con el poder. En sus incursiones en los reinos cristianos
llegó a las puertas de Barcelona, León y Santiago, llegando a saquear
esta última.
LOS REINOS DE TAIFAS
En el
año 1035 quedó abolido el Califato porque la alta burguesía cordobesa
dejó de apoyarlo y, como consecuencia, Al-Andalus se fragmentó en
estados independientes, los Reinos de Taifas, que se caracterizaron por
las constantes discordias internas. Desde entonces, Córdoba dejó de
tener un papel principal.
En aquel momento, los grupos étnicos
estaban repartidos por Al-Andalus de la siguiente manera: los bereberes
en la costa Sur, del Guadalquivir a Granada; los sagalibas o "eslavos"
en el Levante; y los "andaluces", muladíes y árabes hispanizados, en
Zaragoza, Toledo y Sevilla.
PERIODO ALMORAVID
Tras
la toma de Toledo por Alfonso VI de Castilla (año 1085), los dirigentes
de los Reinos de Taifas, preocupados ante el avance cristiano, llamaron
a los almorávides del Norte de África. Un año después, en la batalla de
Sagrajas, el ejército cristiano -compuesto por castellanos y francos-
fue derrotado. A raíz de este triunfo se unificó Al-Andalus alrededor
de Yusuf, que se erigió en emir de los emires. Por tanto, los
almorávides detuvieron la expansión cristiana hasta el año 1145.
PERIODO ALMOHADE
En
el año 1145, se produjo la invasión de los almohades, que terminaron
por dominar todo Al-Andalus, trasladando la capital a Sevilla. En el
año 1195, los almohades detuvieron la expansión cristiana en la batalla
de Alarcos. No obstante, en 1212 las tropas cristianas -formadas por
leoneses, castellanos, navarros y aragoneses-, vencieron a los
almohades en la batalla de las Navas de Tolosa, dando lugar al comienzo
del declive de su dominación.
EL DECLIVE MUSULMÁN
A
partir de entonces (año 1212), la supremacía cristiana se hizo
indiscutible. Muy especialmente, desde las conquistas de Fernando III,
que tras los pactos con los almohades ocupó la Baja Extremadura,
Sevilla, Córdoba, Jaén y Murcia. Los musulmanes sólo se mantenían en
los reinos de Murcia y Granada, que acabaron siendo tributarios de
Castilla.
En 1492, tras la Guerra de Granada, el rey granadino
Boabdil se rindió a los Reyes Católicos, poniéndose fin a 8 siglos de
dominio musulmán en la Península Ibérica.
AGRICULTURA
En
la agricultura siguió dominando el colonato en los latifundios heredado
de la época visigoda. El regadío constituyó una de las nuevas técnicas
utilizadas. Se introdujeron especies frutales y vegetales como los
agrios, el arroz, la caña de azúcar y el algodón. Se intensificó el
cultivo del olivo y se fomentó la exportación de su aceite. Además,
hubo una importante producción de lino, algodón y esparto.
INDUSTRIA
En
el apartado industrial, continuó la explotación de las minas de oro,
hierro, cobre y mercurio (siguiendo con los métodos romanos). Fue
importante la producción textil, sobre todo de sedas y brocados.
También cabe destacar la importancia de los curtidos, la cerámica, las
armas, la orfebrería, el vidrio y la fabricación del papel.
COMERCIO
El
comercio se realizaba a través de las rutas de Francia (donde se
comerciaba con esclavos) y del Norte de África. En los siglos IX y X se
creó una marina mercante que estableció comunicación con Túnez y Egipto.
CIENCIAS Y LETRAS
Hay
que destacar los estudios de jurisprudencia, de teología, de filosofía
(sobresaliendo Averroes y Avempace), de astronomía, de matemáticas y de
medicina. En Córdoba estuvo la primera escuela médica de Europa.
Existieron importantes historiadores como Ahmad Ar-Razi, así como
importantes poetas. La mezquita de Córdoba, iniciada por Abderramán I,
es la obra maestra de la arquitectura musulmana. También es de resaltar
la construcción de Medina Azahara.
La decadencia política
contrastó con el esplendor cultural. Los reyes musulmanes protegieron
las artes y las ciencias y reunieron a su alrededor a poetas,
filósofos, astrónomos, etc. Cabe destacar la corte de Al-Mutamid
(1040-1095), en Sevilla, que fue un gran centro poético y musical.
LA DOCTRINA ISLÁMICA
La
doctrina del Islam fue predicada por Mahoma a partir del año 610. El
profeta anunció la proximidad del juicio universal (que premiará o
castigará -según el caso- los actos terrenales) y la existencia de un
dios único llamada Alá, creador del mundo y juez que determina el
destino de los hombres. Mahoma admitió la predicación de profetas
anteriores, como Noé, Abraham, Moisés y Jesús.
Los pilares del
musulmán son la profesión de la fe (aceptando como único dios a Alá y a
Mahoma como su profeta); la plegaria con ablución cinco veces al día;
la limosna como ritual; el ayuno en el mes del Ramadán; y el
peregrinaje a La Meca, por lo menos una vez en la vida.
Las tres
fuentes de la fe islámica son: el Corán (donde está la palabra de Alá),
la Sunna (donde se recoge la tradición de costumbres y sentencias de
Mahoma, que los fieles deben imitar), y la Iyma (que es un acuerdo
unánime de los creyentes y fuente infalible).
Posteriormente, se
propugnó la Chijad o Guerra Santa contra los infieles, aunque ésta no
consta en el Corán. Por otro lado, con Alí, yerno de Mahoma, se produjo
la división entre sunnitas (los más ortodoxos) y chiítas o fatimíes
(que rechazan la Sunna). Los chiítas veían en Alí el legítimo sucesor
del profeta; y a ellos se oponen los sunnitas o jariyitas, que
mantuvieron la doctrina de que cualquier creyente podía ser elegido
caudillo.