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Nota importante

Los elementos de esta sección (publicados por la Fundación Utopía Verde entre los años 1998 y 2013) están pendientes de revisión actualizadora: más información.

Periodo Visigodo

Desde el siglo V hasta el año 711.

La inmigración de visigodos a la Península Ibérica fue consecuencia de su alianza con Roma. Su llegada a Hispania se debió a su compromiso de combatir al pueblo suevo que se había instalado en Galicia. Además, Roma les concedió tierras en virtud de un pacto de hospitalitas en el año 418.

Los asentamientos visigodos más importantes se dieron en la zona centro de Hispania. De esta forma, hubo poblaciones visigodas en Tierra de Campos, en áreas de Segovia, Madrid, Soria, Guadalajara y Toledo.

Tras la batalla de Vouillé, donde combatieron visigodos contra francos, éstos iniciaron la expansión hacia el Sur de la Galia, derrumbándose el reino visigodo de Tolosa.

Más tarde, Justiniano, emperador del Imperio Romano de Oriente, aprovechó una guerra civil entre los visigodos para conquistar la provincia Bética y parte de la Cartaginense. Por tanto, en la segunda mitad del siglo VI la Península Ibérica se halló dividida en tres soberanías: la sueva (zona gallega), la visigoda (Centro y Este) y la bizantina (Sur).

En esta época, el rey Leovigildo (573-586) siguió una política centralizadora, fijando su residencia en Toledo. Combatió en diferentes frentes: contra los bizantinos (a los que arrebató Toledo, Málaga y Medina Sidonia), contra los vascos (fundando Vitoria), contra los suevos (incorporando Galicia a la monarquía visigoda) y contra los católicos hispanorromanos del Sur (luchando contra su propio hijo Hermenegildo).

El sucesor de Leovigildo, Recaredo (586-601), se convirtió al catolicismo a instancias de Leandro, obispo de Sevilla. En el año 589, durante el III Concilio de Toledo, se adoptó el catolicismo como religión oficial del pueblo visigodo, dejando de lado el arrianismo. Asimismo, quedó prohibido el matrimonio de cristianos con judíos y que estos últimos ocuparan cargos públicos.

Posteriormente, el nuevo rey, Sisebuto (612-621), promulgó el bautismo obligatorio de los judíos bajo amenaza de expulsión. Ello no le impedió continuar con las hostilidades hacia los bizantinos, tal y como lo habían hecho sus antecesores, logrando reducir el territorio bizantino al área del actual Algarve portugués.

Durante el reinado de Suintila (621-631), las fuerzas visigodas sometieron a los vascones y se conquistó el Algarve, poniéndose fin de este modo a la presencia bizantina en la Península Ibérica.

En el año 656, durante el VII Concilio de Toledo, bajo reinado de Recesvinto (649-672), la promulgación del Liber Iudiciorum (llamado más tarde Fuero Juzgo) inició la unificación jurídica en base a criterios territoriales, sin distinción entre visigodos e hispanorromanos.

A continuación, reinó Wamba (672-680), monarca que reprimió una gran rebelión de los francos que fue dirigida por Paulo y tuvo lugar en las provincias de la Septimania y la Tarraconense. Debido a las continuas luchas por la corona se debilitó progresivamente la organización visigoda, que entró en crisis abierta bajo el reinado de Égida.

En el año 702, Vitiza, hijo de Égida, es asociado al trono y procura atraerse partidarios con medidas de clemencia para los individuos que habían cometido delitos vinculados con las luchas por el poder real.

A la muerte de Vitiza (710), los nobles eligieron rey a Rodrigo (duque de la Bética), pero apareció otro bando que tomó partido por Akila y que pidió ayuda militar a las tropas musulmanas afincadas en el Norte de África. En el año 711 tuvo lugar la batalla del Guadalete, en la que los musulmanes derrotaron al ejército de Rodrigo. A partir de este momento, los musulmanes rompieron su compromiso con los partidarios de Akila e iniciaron la ocupación de la Península Ibérica, haciendo desaparecer sin demasiada dificultad al reino visigodo y dando paso a la dominación islámica, que duró ocho siglos.

SOCIEDAD VISIGODA

Se estipula que durante el periodo visigodo pudieron convivir en la Península Ibérica unos 200.000 visigodos y unos 100.000 suevos, junto con unos 5 millones de hispanorromanos. Además, existieron núcleos de judíos distribuidos por Andalucía y Levante. Al principio, existió una acusada segregación entre la minoría dominante visigoda y los peninsulares, pero desde el siglo VI esta segregación comenzó a diluirse tras la autorización de los matrimonios mixtos bajo el reinado de Leovigildo (hacia el 583), como consecuencia de la adopción del catolicismo (año 589) y por la promulgación del Liber Iudiciorum (en el 656).

Los visigodos recibieron tierras provenientes de las propiedades latifundistas hispanorromanas como pago por luchar contra los suevos en la península. Entre los hombres libres, los sistemas de explotación de la tierra fueron la colonización, el arrendamiento (de origen romano) y la encomendación, que se desarrolló bastante durante la dominación visigoda y consistía en una vinculación, mediante pacto de fidelidad, entre el señor y los campesinos, y en el que el señor se transformaba también en recaudador de impuestos de la corona.

En la cumbre social se encontraban los nobles, que normalmente eran visigodos, y la base estaba formada por los siervos y los esclavos. También estaba el grupo de los senatores, que eran los hispanorromanos que poseían riquezas, aunque carecían de privilegios jurídicos.

POLÍTICA

En cuanto a la organización política, el rey visigodo era elegido por los nobles godos. Esta elección, con el tiempo, se fue ampliando a todos los godos que no fueran de origen servil, tonsurados o hubieran sufrido pena de decalvación.

El monarca ejercía el poder absoluto y disponía de un séquito cuyos miembros eran recompensados con donaciones de tierras, lo que produjo un reforzamiento del latifundismo.

Las provincias fueron gobernadas por duques y éstos estaban secundados por condes y vílicos.

La vieja institución germánica de la Asamblea popular decayó paulatinamente. En el siglo VI existió un Consejo de ancianos guerreros, equivalente al senatus romano, que fue sustituido por el Aula Regia.

La Iglesia católica fue un órgano a través del cual los hispanorromanos penetraron en la administración visigoda. De igual modo, a través de los Concilios, la Iglesia hizo crecer su influencia política. Desde el siglo VII, y más concretamente desde Recaredo, la asamblea de magnates (compuesta por los obispos del Aula Regia y los gardingos), fue la encargada de elegir al monarca, aparte de tener otras atribuciones legislativas y judiciales. Del mismo modo, desde el IV Concilio de Toledo, que fue presidido por San Isidoro, se condenó la toma del trono por la fuerza.